Ya lo decía Porfirio Díaz: “¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
Los discursos del gobierno de Estados Unidos (tanto las hechas por McCaffrey, zar de la droga en EE.UU y de la DEA) en materia de drogas en México, y en muchos otros países, han logrado imponer un tipo de dominación simbólica.
Se han convertido, más que el discurso del gobierno mexicano sobre el mismo tema, las versiones oficiales de lo que tiene que ser percibido y cree la opinión pública sobre el caso mexicano.
Se trata, en particular, la sociología histórica del fenómeno en el país, las relaciones EE.UU.-México en cuestiones de drogas, la subcultura del narcotráfico, el consumo de drogas, y la dinámica de la relación entre el narcotráfico y el poder político.
El problema del narcotráfico en México y Estados Unidos se da por medio del negocio de cocaína, marihuana y la heroína principalmente. Estos “dulcecitos” necesitan ser introducidos al país y llevarlo al mercado del consumidor, ¿Y cómo lo hacen? Por supuesto que tienen toda una red de corrupción con las autoridades que se hacen de la vista gorda ante el problema. Por eso estamos como estamos.
El gobierno americano nos sataniza con el problema que vivimos actualmente, pero la realidad es que el tráfico de drogas en México se inició como una respuesta a la demanda de opio EE.UU.
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