En el vecino del norte dicen que no existen cárteles dentro de su país; aceptan que hay redes delictivas que distribuyen la droga que llega de otras naciones, pero sostienen que esas organizaciones tienen contenido étnico, por no decir que están controladas por inmigrantes; aseguran que, en su caso, lo que existe es una extensa red de comercio de drogas al menudeo.
Evidentemente no es así: por supuesto que existen redes mexicanas, colombianas, japonesas, chinas, jamaiquinas y rusas entre otras muchas, en Estados Unidos; pero en un país donde el 30 por ciento de la población es de primera o segunda generación originaria de otras naciones, el argumento de que el narcotráfico está controlado por inmigrantes es irrelevante e incluso racista.
Según esta idea, la sociedad norteamericana es víctima de los cárteles extranjeros en complicidad con las ineficaces y corruptas autoridades de las naciones productoras. Sin embargo, el narcotráfico responde a la lógica del libre mercado: a creciente demanda, creciente oferta. Y el principal mercado está en la Unión Americana.
Los Estados Unidos han tratado de combatir este enorme problema que afecta a una gran parte de su población, y que atenta contra las futuras generaciones, ya que dentro del territorio estadounidense se están instrumentando, cada vez con más frecuencia, programas encaminados al tratamiento de adictos. Ellos mismos dicen que deben de cooperar internamente y exteriormente con los países para combatir este problema y así acabar con él. Las drogas actualmente son una de las mayores amenazas para los norteamericanos pero hay que decir que Estados Unidos es el principal país distribuidor, consumidor y exportador de droga. Por consiguiente, este país no puede opinar mucho en este tema. Aunque la culpa no es exclusivamente de la sociedad estadounidense, sino también de México y otros países más que se encuentran relacionados en este problema, es posible considerar que el 50 por ciento del narcotráfico se encuentra en los Estados Unidos, donde se exporta, distribuye y consume una gran cantidad de sustancias prohibidas. Por eso, cuando se les pregunta a las autoridades estadounidenses quiénes manejan el narcotráfico en su país, hablan de los colombianos, los mexicanos, los orientales, los jamaiquinos o los rusos, o, como dijo McCaffrey en una entrevista: “sí hay cárteles estadounidenses, pero tienen un alto contenido étnico”.
Es por esta razón que los norteamericanos jamás aceptarán que la guerra contra el narcotráfico pueda adoptar sólo características nacionales. En parte, se debe reconocer que tienen razón porque estamos ante un negocio evidentemente globalizado. En parte, utilizan ese hecho para establecer mecanismos de control sobre otras naciones pero que no utilizan para su propia sociedad.
Un ejemplo claro es que muchos legisladores estadounidenses que impulsan esta iniciativa tienen graves problemas de drogas y narcotráfico en sus distritos, los cuales funcionan como un centro de almacenamiento, distribución, venta y consumo de todo tipo de droga.
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